Muchas veces cuando se tiene una mascota consentida en casa, puede resultar un cambio en su comportamiento con la llegada de un bebé. Situación que preocupa a los futuros padres pero que puede solucionarse haciendo que el niño y el animal interactúen por breves espacios de tiempo, pero siempre acompañados por un adulto. Muchas personas que pasan años con una mascota, llegan a querer a los animales como si fuesen sus propios hijos y esto puede resultar problemático, cuando llega el embarazo y próximamente un bebé a casa.
Es normal que los futuros padres tengan cierto temor de las futuras interacciones entre el niño y el perro, aunque casi siempre, estos animales sienten mucha curiosidad, más no signos de agresividad.
Los problemas pueden aparecer cuando un perro nunca ha visto un bebé y al llegar uno a su hogar, lo perciben como un mamífero extraño o como una posible pieza para cazar ya que no pueden reconocerlo como una cría de sus dueños.
Por eso, lo mejor es tomar precauciones para evitar situaciones dramáticas.
Lo mejor es asegurarse de que la mascota no presenta problemas de agresividad hacia adultos o niños, o que no haya demostrado conductas de caza con pájaros, gatos o con otros animales.
Si el perro tiene antecedentes, lo mejor será consultar con un terapeuta acerca del comportamiento del animal. Hacerle una evaluación no estará de más, para saber si en realidad se tiene una mascota agresiva.
También, deben saber los amos que al llegar el bebé a casa, el perro pasará a un segundo plano, por lo que no sería extraño que el can empiece a realizar actividades destructivas para llamar la atención o para sentirse menos aburrido.
Tampoco hay que tratarlo con severidad cada vez que se acerque al niño o aislarlo para que no moleste, ya que con este trato, la mascota puede asociar al bebé con esta forma de tratarlo. Lo mejor es que participe de la nueva situación de la familia, pero siempre bajo vigilancia para que aprenda a incorporar al bebé como un miembro más de su hogar.
Pero por ningún motivo se les debe dejar solos, ya que le niño puede tener algunas reacciones extrañas hacia el animal para tener contacto físico o para darles una muestra de cariño.
El niño debe alcanzar una edad prudente, en la que sepa comportarse apropiadamente con el animal para conocer las reacciones de ambos. Con esta forma de actuar se protege tanto al niño como al animal.
Se recomienda dejar que el perro huela y vea al niño; siempre deben asociarse experiencias agradables con el pequeño y no disciplinar a la mascota cuando muestre curiosidad alrededor del niño.
Es bueno dedicar 10 minutos diarios para que el niño y la mascota interactúen, evitando aislar totalmente al perro del niño.