El megaesófago es una condición que suele presentarse en los perros debido a causas congénitas o adquiridas. Se presenta con síntomas como fiebre, tos, dificultad para respirar, pérdida de peso, debidas a reflujo nasal, neumonía por aspiración e incluso desnutrición. No existe un tratamiento médico ni quirúrgico para un caso de megaesófago congénito. Para los casos adquiridos, lo que se hace es tratar las patologías que pudieron haberlo originado, pero existe un riesgo de aspiración y de neumonía consecutiva con un pronóstico reservado. Otra condición que pueden presentar los perros es la llamada megaesófago, que no es otra cosa que una dilatación del esófago acompañada de una parálisis o disfunción en los movimientos normales hacia el estómago.
Por eso si notas que tu perro mientras come o justo después de comer, regurgita comida junto con una cantidad de balsa transparente y espuma blanca, puede ser que tenga o esté desarrollando el problema conocido como Megaesófago, y lo primero que hay que hacer es acudir con el veterinario para que le realice un examen y de, el diagnóstico correcto.
El megaesófago es un conducto cuya pared ha cedido hacia fuera y se ha formado una bolsa de menor o mayor tamaño dentro de la cual se queda la comida y el líquido que se ingiere. Debido a ello, los alimentos no llegan hasta el estómago y después de un tiempo de estar en la llamada bolsa, son expulsados por medio de la regurgitación.
Son muchas las causas que pueden dar origen a esta situación, principalmente las congénitas neurológicas y las asociadas a determinadas razas, sin descartar las que se adquieren en el paso del tiempo.
Dentro de las causas que se adquieren se encuentran la miastenia grave, los traumatismos, tumores, moquillo, enfermedades vasculares, disautonomía, lupus eritematoso, inflamaciones específicas, intoxicaciones, problemas hormonales, entre otras.
Son muchos los síntomas que se presentan ante el megaesófago como fiebre, tos, dificultad para respirar, pérdida de peso, debidas a reflujo nasal, neumonía por aspiración e incluso desnutrición.
Pero el principal signo clínico es una regurgitación indolora que suele acompañar a un esófago dilatado a la altura del cuello.
Lamentablemente, no existe un tratamiento médico ni quirúrgico para un caso de megaesófago congénito. Para los casos adquiridos, lo que se hace es tratar las patologías que pudieron haberlo originado, pero existe un riesgo de aspiración y de neumonía consecutiva con un pronóstico reservado.
Muchos veterinarios indican un tratamiento para la hora de alimentación, siendo colocado en posición vertical inmediatamente después de haber comido para evitar hambre o neumonía por aspiración.
Muchos emplean la silla Bailey para lograr que su mascota, se alimente de forma vertical, pero se conocen casos de perros jóvenes que se han curado de manera espontánea.