Es seguro que durante la celebración de Navidad se han regalado gran cantidad de cachorros, todos ellos partiendo de las famosas tiendas de mascotas, donde tras aquella alegría tras los vidrios y escaparates se esconde una realidad que va en aumento, se trata del rostro más deshumano, las bautizadas como «fábricas de mascotas». Aquellos cachorros nacen la mayoría de veces en una lugar de hacinamiento o especie de campo de concentración para perros, un pequeño infierno donde viven sus progenitores bajo escasos cuidados y con latentes peligros de salud, así la realidad revela fábricas de mascotas donde la limpieza es escasa, la socialización es nula y el alimento y agua son un sustento pobre.
La sociedad de hoy ve como estas fábricas de mascotas crecen y sin mayores controles se llenan de dinero a costa de la perversa vida que se le ofrece a los perros, mascotas que son utilizadas, que no serán vistas más como un objeto que produce otros objetos para el comercio, para el lucro desalmado. Al final son seres vivos y merecen respeto, merecen ser tratados como seres vivos no como juguetes.
Esta bien que queramos ofrecer un compañero a alguien que amamos, pero debemos mejor optar por la adopción no por la compra de cachorros en lugares que a penas ofrecen informes sobre su nacimiento o de donde provienen los padres del pequeño cachorro. No aportemos a este comercio que aprovecha la demanda de animales, perros que en la mayoría de los casos están enfermos, perturbados y con las emociones más que lastimadas.
Las fábricas de perros son una especie clara de tráfico de la vida, un espacio sin control de la autoridad donde se busca obtener dinero a costa del padecimiento de los seres vivos. Es mejor adoptar animales más no comprarlos donde se desconoce el pasado de los padres o de los propios cachorros. Recuerda que cuando adquieres un cachorro es posible que otros estén muriendo hacinados en pequeños espacios como si se tratase de una cárcel para los que jamás se portaron mal.